Los jardines del presidente, M. Al-Ramli
Vida, muerte y literatura en el Irak dictatorial
Estandarte
Lo terrible es que una novela como Los
jardines del presidente esté basada en hechos reales. Una novela donde se
lee: “En un país sin platanares, los habitantes del pueblo se despertaron con
el hallazgo de nueve cajas para transportar plátanos. En cada una de ellas
estaba depositada la cabeza degollada de uno de sus hijos y el documento que lo
identificaba, ya que algunos rostros habían quedado totalmente desfigurados por
la tortura anterior a su decapitación o por la posterior mutilación, tanto que
los rasgos con que habían sido conocidos a lo largo de su truncada vida ya no
eran suficientes para identificarlos”. Lo terrible son los recuerdos y las
explicaciones de su autor, el iraquí Muhsin Al-Ramli: “Comencé a escribir Los
jardines del presidente en 2006 después de recibir la noticia del
asesinato de nueve de mis parientes, que estaban ayunando en el tercer día de
Ramadán. La gente de la aldea solo encontró sus cabezas en cajas de plátanos,
junto con sus documentos de identidad. Dediqué la novela a sus almas”.
Lo increíble y
lo hermoso es que de esas mezclas haya surgido un libro valiente, político,
poético y onírico como Los jardines del presidente. Una
novela que narra la historia –o mejor, las historias– del Irak en tiempos del
innombrable dictador (innombrable porque el autor no quiere nombrarlo). Los
protagonistas son tres amigos de la infancia, conocidos como “los hijos de la
grieta de la tierra”: Ibrahim, Tarek y Abdulá. El primero ocupa el centro de la
narración. Recibe el sobrenombre de ‘Quisma’, destino, y eso ya dice bastante
de su actitud: “Todo es destino y ley”, es su lema. Apreciado por todos por su
bondad y discreción, le caracteriza la sabiduría y elegancia a la hora de
afrontar las tragedias.
Había nacido y
se había criado en un remoto pueblo del norte de Irak, junto a los mencionados
amigos: Tarek, de vida acomodada y al que siempre sonrió la vida; y Abdulá,
huérfano y depresivo, a quien llaman ‘Kafka’ por su manera de pensar y por
haber devorado las obras del autor checo. Como todos los amigos, los “hijos de
la grieta de la tierra”, habían vivido juntos alegrías, esperanzas, amores...
Como los amigos en esos tiempos y en ese país también habían padecido guerras,
injusticias y las arbitrariedades del poder. Las buenas relaciones de Tarek
permiten a Ibrahim lograr un empleo en Bagdad, en los jardines del presidente.
¿Qué provocó su muerte? ¿Qué le llevó a morir de tal manera? Los exóticos
jardines del presidente esconden la respuesta tras sus verjas.
Por
desgracia Los jardines del presidente no es un thriller. Los
hechos, como el del inicio, tienen su poso de verdad y horror. Muhsin Al-Ramli
afirma haber escrito esta novela a trompicones. Dos años después de iniciada su
escritura, otra historia, otra noticia, le dio un nuevo empujón a la escritura:
la de “alguien cuyo trabajo era enterrar a personas anónimas ejecutadas en Irak
y que guardaba de manera secreta algo que les pertenecía, ya fuera una tarjeta,
un reloj o un anillo. Él registraba algunas de sus características personales e
información sobre dónde fueron enterrados. Después de la caída del régimen,
ayudó a muchas familias a encontrar los restos de cadáveres de sus seres
perdidos”.
La novela fue
escrita en Granada, Irak, Asturias… pero después de ese periplo “hice varias
revisiones en Madrid, así que la escritura comenzó y terminó allí, donde vivo”.
En esta ciudad, a la que llegó en los 90, Muhsin Al-Ramli es profesor en la
Universidad de San Luis. Considerado uno de los más importantes novelistas y
dramaturgos iraquíes, además de traductor de varios clásicos españoles al
árabe, es fundador y coeditor de la revista cultural Alwah. Por Los
jardines del presidente ganó el English Pen Award, pero su premio más
importante quizá sea el que ha conocido a través de las reacciones y
agradecimientos de los lectores: haber puesto palabras y sentimientos a lo que
pasó en Irak y razones a lo que sigue sucediendo.
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*Publicado en (Estandarte), 21 de noviembre de 2018.