martes, 27 de noviembre de 2018

Vida, muerte y literatura en en los jardines de Irak,


Los jardines del presidente, M. Al-Ramli
Vida, muerte y literatura en el Irak dictatorial
 Estandarte
Lo terrible es que una novela como Los jardines del presidente esté basada en hechos reales. Una novela donde se lee: “En un país sin platanares, los habitantes del pueblo se despertaron con el hallazgo de nueve cajas para transportar plátanos. En cada una de ellas estaba depositada la cabeza degollada de uno de sus hijos y el documento que lo identificaba, ya que algunos rostros habían quedado totalmente desfigurados por la tortura anterior a su decapitación o por la posterior mutilación, tanto que los rasgos con que habían sido conocidos a lo largo de su truncada vida ya no eran suficientes para identificarlos”. Lo terrible son los recuerdos y las explicaciones de su autor, el iraquí Muhsin Al-Ramli: “Comencé a escribir Los jardines del presidente en 2006 después de recibir la noticia del asesinato de nueve de mis parientes, que estaban ayunando en el tercer día de Ramadán. La gente de la aldea solo encontró sus cabezas en cajas de plátanos, junto con sus documentos de identidad. Dediqué la novela a sus almas”.
Lo increíble y lo hermoso es que de esas mezclas haya surgido un libro valiente, político, poético y onírico como Los jardines del presidente. Una novela que narra la historia –o mejor, las historias– del Irak en tiempos del innombrable dictador (innombrable porque el autor no quiere nombrarlo). Los protagonistas son tres amigos de la infancia, conocidos como “los hijos de la grieta de la tierra”: Ibrahim, Tarek y Abdulá. El primero ocupa el centro de la narración. Recibe el sobrenombre de ‘Quisma’, destino, y eso ya dice bastante de su actitud: “Todo es destino y ley”, es su lema. Apreciado por todos por su bondad y discreción, le caracteriza la sabiduría y elegancia a la hora de afrontar las tragedias.
Había nacido y se había criado en un remoto pueblo del norte de Irak, junto a los mencionados amigos: Tarek, de vida acomodada y al que siempre sonrió la vida; y Abdulá, huérfano y depresivo, a quien llaman ‘Kafka’ por su manera de pensar y por haber devorado las obras del autor checo. Como todos los amigos, los “hijos de la grieta de la tierra”, habían vivido juntos alegrías, esperanzas, amores... Como los amigos en esos tiempos y en ese país también habían padecido guerras, injusticias y las arbitrariedades del poder. Las buenas relaciones de Tarek permiten a Ibrahim lograr un empleo en Bagdad, en los jardines del presidente. ¿Qué provocó su muerte? ¿Qué le llevó a morir de tal manera? Los exóticos jardines del presidente esconden la respuesta tras sus verjas.
Por desgracia Los jardines del presidente no es un thriller. Los hechos, como el del inicio, tienen su poso de verdad y horror. Muhsin Al-Ramli afirma haber escrito esta novela a trompicones. Dos años después de iniciada su escritura, otra historia, otra noticia, le dio un nuevo empujón a la escritura: la de “alguien cuyo trabajo era enterrar a personas anónimas ejecutadas en Irak y que guardaba de manera secreta algo que les pertenecía, ya fuera una tarjeta, un reloj o un anillo. Él registraba algunas de sus características personales e información sobre dónde fueron enterrados. Después de la caída del régimen, ayudó a muchas familias a encontrar los restos de cadáveres de sus seres perdidos”.
La novela fue escrita en Granada, Irak, Asturias… pero después de ese periplo “hice varias revisiones en Madrid, así que la escritura comenzó y terminó allí, donde vivo”. En esta ciudad, a la que llegó en los 90, Muhsin Al-Ramli es profesor en la Universidad de San Luis. Considerado uno de los más importantes novelistas y dramaturgos iraquíes, además de traductor de varios clásicos españoles al árabe, es fundador y coeditor de la revista cultural Alwah. Por Los jardines del presidente ganó el English Pen Award, pero su premio más importante quizá sea el que ha conocido a través de las reacciones y agradecimientos de los lectores: haber puesto palabras y sentimientos a lo que pasó en Irak y razones a lo que sigue sucediendo.
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*Publicado en (Estandarte), 21 de noviembre de 2018.

sábado, 17 de noviembre de 2018

Infierno entre el Tigris y el Éufrates /DV/ Muhsin


Infierno entre el Tigris y el Éufrates


Catálogo de torturas en la historia de Irak bajo el régimen de Sadam Hussein. Una indagación rigurosa y una muy seria entrega novelística de Muhsin Al-Ramli
SANTIAGO AIZARNA
Comienza la novela -dentro de los usos más adecuados de la ortodoxia novelesca de impactar desde el principio al lector— con un párrafo de estudiada truculencia: «En el tercer día de Ramadán de 2006, en un país sin platanares, los habitantes del pueblo se despertaron con la llegada de nueve cajas para transportar plátanos. En cada una de ellas estaban depositados la cabeza degollada de uno de sus hijos y el documento que lo identificaba, ya que algunos rostros habían quedado totalmente desfigurados por la tortura anterior a su decapitación o por la posterior mutilación, tanto que los rasgos con que habían sido conocidos a lo largo de su truncada vida ya no eran suficientes para identificarlos».
Del hecho objetivo al impacto, digamos que social, que puede deducirse de la impresión producida en la primera persona que se da cuenta de la presencia de esas cajas -Ismael, el pastor retrasado- que «se acercó con curiosidad, sin apearse de su burra», vio y reconoció algunas de las cabezas ensangrentadas, miró a su alrededor para cerciorarse de si estaba en su pueblo o, acaso, en algún que otro lugar, que así puede ser la obnubilación que a tanto puede llegar la impresión producida.
De Muhsin Al-Ramli (Irak, 1967) habrá que decir, en primer lugar, que es uno de los más importantes novelistas y dramaturgos iraquíes y traductor de varios clásicos españoles al árabe, que vive en España desde 1995, año en que fue empujado al exilio por el régimen de Sadam Husein; que es hermano del también escritor Hassan Mutlak, considerado como el 'Lorca Iraquí' por parte de la intelectualidad de su país y que fue ahorcado por el régimen en 1990 tras haber participado en un intento de golpe de Estado; que Muhsin Al-Ramli fue fundador de la revista cultural Alwah en 1997, de la que es coeditor. Desde 2004 y es profesor en la Universidad de San Luis, Madrid. Esta su novela, 'Los jardines del presidente', estuvo en 2013 entre las finalistas del premio IPAF, conocido como el 'premio Booker árabe', y ganó el English Pen Award. Así como se nos informa de su personalidad étnica y literaria desde la solapa del libro.
Las cabezas ensangrentadas de las nueve cajas plataneras aparecidas en una de las calles del pueblo son muy significativas y marcan claramente su procedencia. Ve Ismael, el pastor y primer testigo, que «en las cajas se encuentra la cabeza de Ibrahim, un hombre al que todo el mundo apreciaba por su bondad y discreción, y por su particular filosofía de saber afrontar las tragedias aceptando su destino. Había nacido y se había criado en un remoto pueblo del norte de Irak, junto a sus eternos amigos de la infancia: Tarek, de vida acomodada y al que siempre sonrió la vida; y Abdulá, huérfano y depresivo, a quien llaman Kafka por su manera de pensar y por haber devorado las obras de aquel autor. Los 'Hijos de la grieta de la tierra' (título del primer capítulo de la novela), como eran conocidos, habían vivido juntos alegrías, esperanzas, amores..., también guerras y las arbitrariedades del poder. Las buenas relaciones de Tarek permiten a Ibrahim lograr un empleo en Bagdad, en los jardines del presidente. ¿Qué provocó su muerte? ¿Qué le llevó a morir de tal manera? Los exóticos jardines del presidente esconden la respuesta tras sus verjas», se nos dice.
La existencia de ese tal Ibrahim, cuya vida basada en hechos reales se nos narra, sirve para mejor detallarnos lo ocurrido en ese Irak de Sadam Hussein, un país bajo el poder de un tirano con su secuela de castigos, torturas, lo que se explica a manera de índice de las brutalidades llevadas a cabo y de su porqué en páginas muy realistas, es decir, «cadáveres degollados y otros agujereados por las balas como un colador, que se cubrían con la sangre que rebosaba abundantemente cuando los levantaba. En algunos cuerpos solo halló un único balazo en la cabeza o en el corazón. En otros, los agujeros estaban hechos con un taladro, con clavos o con espada. Otros estaban quemados por cigarrillos o descargas eléctricas; y a otros los habían empalado. Algunos tenían amputados los genitales, arrancadas las uñas, cortada la lengua, cercenadas las orejas, mutiladas las narices, quebrados los dedos, hinchado el cuero cabelludo por haber intentado arrancarles la cabellera... O les habían sacado los ojos o desollado haciéndoles dibujos en la piel con cuchillas de afeitar. A otros los habían despellejado vivos. Empezaba a adivinar también el motivo del asesinato según el método de tortura empleado. Quien tenía la lengua cortada era seguramente porque había dicho algo que desagradó al Gobierno. Quien tenía las orejas cortadas era a lo mejor porque había oído algo en contra del Gobierno y no lo había denunciado. Quien tenía los genitales mutilados se debía probablemente a que el asunto había tenido algo que ver con una cuestión de honor o con una humillación, o había sido por una afrenta a la valentía o a la hombría... O acaso ocurrió en el curso del interrogatorio. Quien tenía los dedos rotos o la mano amputada era porque a lo mejor había robado algo o escrito algo. Pero ¿por qué había algunos cuerpos desgarrados por fieras: leones; cocodrilos o hasta perros? En lo que quedaba de las facciones vio un terror indescriptible».
Es decir, un catálogo de torturas que dan idea extrema de lo que fue, ese tiempo, la historia de ese país, contada por un autor que se informó debidamente.
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*Publicado en (DIARIO VASCO), N.27570 Sábado 17/11/2018
https://www.alianzaeditorial.es/libro.php?id=5213428&id_col=100500&id_subcol=100501

Irak, la tragedia del mundo/IDEAL/ Muhsin


Irak, la tragedia del mundo

Muhsin Al-Ramli, exiliado en España, relata el drama de su país, que no ha conocido la paz en 40 años, en el libro 'Los jardines del presidente'

Madrid, Viernes, 17 noviembre 2018
Toda la tragedia del mundo cabe en Irak, un país que apenas ha disfrutado de una década de paz completa en toda su historia y que desde hace 40 años ha vivido un conflicto con Irán, la primera guerra del Golfo, el embargo, la invasión de Estados Unidos de 2003 y la lucha contra el Estado Islámico. Sobre estos cimientos destruidos levanta el escritor Muhsin Al-Ramli la novela 'Los jardines del presidente' (Alianza), las vivencias paralelas de un país y de tres hombres que desde la infancia hasta la edad adulta son víctimas de una realidad que nunca pueden controlar.
«En Irak, cuando una persona se marcha de casa, puede decir 'buenos días', pero no está seguro de poder decir 'buenas noches', así que muchos se despiden como si nunca más fueran a ver a sus seres queridos», cuenta Al-Ramli, que resume en sí mismo el drama de su país: exiliado en España desde 1995, su hermano, Hassan Mutlak, el llamado 'Lorca iraquí', fue ahorcado por el régimen de Sadam en 1990 tras participar en un intento de golpe de Estado y uno de sus sobrinos fue asesinado por el Estado Islámico. Desde 2004 Al-Ramli es profesor de la Universidad de San Luis, en Madrid, y con 'Los jardines del presidente' ganó el English Pen Award y fue finalista del premio IPAF, el 'Booker árabe'.
La sombra de Sadam Husein planea sobre las vivencias de todos los iraquíes. En el libro, Al-Ramli no cita por su nombre a Sadam «porque todos los dictadores son intercambiables», pero describe su vida como todopoderoso y arbitrario gobernante: cómo, él y sus hijos, viven en palacios llenos de lujos mientras su pueblo muere de hambre; cómo matan a un músico o a un poeta simplemente por el placer de matar; o cómo se apoderan de las mujeres y las violan a su antojo. «Cada mujer iraquí se merece un monumento por todo lo que han sufrido. Ellas han mantenido a las familias mientras los hombres se iban a la guerra. Las mujeres trabajan para la vida, los hombres, para las utopías», señala el escritor.
La caída del dictador, sin embargo, no supuso la liberación del país. Todo lo contrario, la invasión americana trajo más desgracia, cree Al-Ramli. «No queríamos a Sadam, pero los Estados Unidos nunca debieron intervenir. Tenían que haber apoyado a la gente que desde el interior luchaba contra el régimen. Pero el gran problema de Irak es que siempre ha sido apetitoso para las potencias extranjeras. Turquía, Irán, Arabia Saudí, Estados Unidos, hasta Siria... han intentado poner sus manos en el país», resume el escritor.
 Al-Ramli ha vuelto dos veces a Irak, en 2004 y 2011, entrando ilegalmente a través del Kurdistán, porque está amenazado de muerte a causa de sus novelas. Y pese al difícil panorama que plantea su país, el autor alberga ciertas dosis de optimismo, sobre todo tras la Primavera Árabe, «que ha sentado las bases para que en diez o quince años tengamos una verdadera transición», subraya.
«La gente ha perdido el miedo, los gobernantes ya no tienen excusas para no instaurar la democracia y el mundo, por fin, comienza a escucharnos», asevera. 'Los jardines del presidente' entronca con 'La fiesta del Chivo', de Mario Vargas Llosa, en su denuncia de la tiranía.
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*Publicado en (IDEAL), N.28.535 Sábado 17/11/2018

viernes, 9 de noviembre de 2018

Los jardines del presidente/ Juan Herranz


Los jardines del presidente, de Muhsin Al-Ramli
Juan Herranz
Entre la vacuidad del mundo moderno, las historias más intensas sobre aspectos humanos provienen de los lugares más insospechados, de aquellos espacios en los que el ser humano padece el sometimiento y la alienación. Porque solo en la rebelión necesaria, en la crítica noción de todo lo que rodea al autoritarismo o la violencia, puede acabar por despertar lo mejor de lo que somos, por contraposición directa con la fatalidad de un destino sin los artificios ni la trivialidad del mundo acomodado en el ombligismo invidualista del medro.
Los rescoldos de la dictadura de Husein todavía resplandecen en una sociedad iraquí aún inestable, porque ciertamente la problemática de la zona se extiende desde prácticamente la remota Mesopotamia. De ahí que esta novela del escritor iraquí exiliado en España Muhsin Al-Ramli se adentre en sensaciones más que en explicitas manifestaciones políticas sobre un status social de su país que no dista tanto desde los tiempos de Husein hasta la actualidad.
La trama en sí nos conduce a una apasionada historia de amistad, con fundamentos reales, entre Ibrahim, Tarek y Abdulá. La infancia de los tres compone un mosaico de esa felicidad inalcanzable de los niños criados en tiempos de conflicto. Y ese poso de amistad indisoluble mueve la historia cuando ya son adultos dentro de un país que sigue sumido en los mismos cimientos sobre las movedizas tierras del enfrentamiento.
Tarek ha sabido encontrar su sitio en esa sociedad iraquí y desde su posición más cómoda consigue un buen trabajo para Ibrahim. Pero lo que parecía un buen comienzo pronto acaba como un macabro final que se lleva por delante al Ibrahim hombre y a su imborrable recuerdo para un Tarek que indagará hasta la saciedad para conocer los motivos de esa muerte tremebunda en los mismos jardines del presidente.
Con unas notas del surrealismo que supone afrontar la tragedia más aviesa, en torno a las ideas del tercer amigo, Abdulá, nos adentramos en una historia de extremos, de polos opuestos entre la amistad y el odio, entre la fatalidad y la vaga idea de una posible superación de todo conflicto desde la toma de conciencia más lúcida, para bien o para mal.
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