del libro de Mónica Sánchez
En Dos. Un viaje a las fronteras
Muhsin Al-Ramli, poeta y palabra del que escruta más allá de los tópicos que ahogan.
Muhsin Al-Ramli, poeta y palabra del que escruta más allá de los tópicos que ahogan.
MÚSICA
Oh, pájaros, que estáis volando
Pasen por mi familia, por mi país.
Oh sol, que estás girando,
Pasa por mi familia, por mi país.
Oh, tierra de mi gente
Oh, el paraíso de mi gente.
Salúdales de mi parte
Cuando llegues a sus casa,
salúdales y mira por mí
Cuáles son sus noticias.*
LOCUTOR 1
Muhsin Al-Ramli** llegó de Irak con un árbol de palabras oculto en su maleta. Y lo plantó en el corazón de Madrid. Aquel árbol reverdeció, árabe y castizo, para dar aún más jugo de poesía, que es piel del alma; relatos, sangre en marcha; y novela, cuerpo grande.
Sabíamos que él nos iba a mostrar hermosos vericuetos por los que explorar el alma partida del inmigrante. Les dejamos con sus palabras, grabadas una tarde de agosto, en la que los pájaros que nos sobrevolaban podían ser, afortunadamente, de cualquier parte.
LOCUTOR 1
¿Qué significó para ti emigrar?
MUHSIN
La experiencia de emigrar te parte la vida en dos. Hasta tu muerte. Una vez que has emigrado, ya eres inmigrante para siempre, y transmites a tus hijos esta condición. Si uno es hijo de inmigrante, nació con el alma fragmentada.
Para evitar la extraña sensación de una vida dividida, algunos optan por negar su identidad. No quieren que sus hijos sufran lo que ellos han sufrido. Se cambian el nombre, les dan a sus hijos nombres españoles y renuncian a su cultura. Algunos se vuelven más españolistas que los mismos españoles… pero esto, a la larga, les quiebra por dentro. Cuando sus hijos se hacen mayores, y se van de casa, ellos se sienten muy solos. Los padres árabes si no están rodeados por los suyos creen que toda su lucha ha sido inútil. Son ellos quienes les hacen sentir orgullosos delante de los vecinos. En Oriente, las familias se rigen por un principio no escrito: “Yo te he cuidado cuando eras niño. Tú me cuidarás cuando yo sea mayor”. Y aquí, en Occidente, esa premisa cada vez se cumple menos. Al inmigrante mayor le cuesta mucho aceptar eso, que sus hijos ya pertenecen a un código cultural diferente al suyo.
LOCUTOR 1
¿Has padecido esa enfermedad llamada nostalgia?
MUHSIN
La nostalgia araña fuerte al principio y al final del proyecto migratorio. En mis primeros tiempos por Madrid, no paraba de beber té con mis amigos iraquíes. En nuestras reuniones, siempre pintábamos muy bello todo lo de Irak. Recordábamos una cafetería de Bagdad como si fuera lo mejor del mundo. Cuando despertábamos de esa enfermedad que se llama nostalgia, nos dábamos cuenta de que añorábamos cosas horribles. Aquella cafetería tenía unos más que incómodos bancos de madera, pegajosos por todas las bebidas que se habían derramado y nadie se había ocupado de limpiar, y con clavos medio salidos que siempre acababan rompiéndonos los pantalones; te servían el té en vasos muy sucios y, la verdad, aquel té estaba asqueroso. Pero la nostalgia es así: convierte lo malo en bonito. A veces, aún me sorprendo recordando escenas que viví durante los tres años que pasé en el Ejército. Y recreo en mi imaginación, por literaria y hermosa, la figura de dos soldados, bajo un árbol, en medio de un infernal bombardeo, hablando tranquilos sobre sus novias, como si el entorno no importara. ¿No es horrible? Por cierto, he desertado del té y me he pasado al café.
Después de esos primeros tiempos, estás tan ocupado construyendo tu vida en un nuevo país, que no te puedes permitir añorar el pasado. Pero ahí sigue latente y se demuestra justo en el momento en que decides retornar a tu patria. En ese tiempo de transición antes del viaje, al final mismo de tu proyecto migratorio, también te atrapa fuerte la nostalgia. Creo que es un mecanismo para prepararnos por dentro.
LOCUTOR 1
¿Cuál es el marco perfecto para desarrollar tu nostalgia?
MUHSIN
El sentido que más despierta la nostalgia es el oído. Igual que el ciego desarrolla otros sentidos para seguir enlazado al mundo que le rodea, el inmigrante agudiza el oído para seguir enlazado a su otra realidad. La música se convierte entonces en la fuente de todas las nostalgias. De tu madre puedes tener su imagen a través de una fotografía, pero esa imagen en papel no es tu madre. Sin embargo, aquella canción que escuchabas en una casete vieja en tu ciudad es la misma que reproduces en tu casa de Madrid. Los inmigrantes somos mucho más sensibles a aquello que nos llega por el oído. En Irak no me gustaba nada la música tradicional. Aquí, me ocurre justo lo contrario. Cada vez que un amigo se marcha a mi tierra, le pido que me traiga música, mientras más tradicional mejor. Y si son viejas grabaciones de mala calidad y mucho ruido de fondo, las prefiero.
LOCUTOR 1
Según tu opinión... ¿Qué es lo que más hiere el inmigrante?
MUHSIN
Lo que más duele es mirar atrás y ver cómo se van esfumando todos los sueños que deseabas llevar a cabo en tu país, cuando eras un niño. Te recuerdas soñando con hacer cosas grandes en tu barrio, en tu ciudad, para los tuyos. Nietzsche venía a decir que todo lo que el ser humano hace en su vida es tratar de convertir en realidad los sueños del niño. Cuando te das cuenta de que esos sueños se diluyen algo se rompe por dentro. Lo sueles sentir con mucha fuerza si regresas al país que dejaste, porque entonces ves una realidad muy distinta, a la que permanece en tu parcela de recuerdos.
Cuáles son sus noticias.*
LOCUTOR 1
Muhsin Al-Ramli** llegó de Irak con un árbol de palabras oculto en su maleta. Y lo plantó en el corazón de Madrid. Aquel árbol reverdeció, árabe y castizo, para dar aún más jugo de poesía, que es piel del alma; relatos, sangre en marcha; y novela, cuerpo grande.
Sabíamos que él nos iba a mostrar hermosos vericuetos por los que explorar el alma partida del inmigrante. Les dejamos con sus palabras, grabadas una tarde de agosto, en la que los pájaros que nos sobrevolaban podían ser, afortunadamente, de cualquier parte.
LOCUTOR 1
¿Qué significó para ti emigrar?
MUHSIN
La experiencia de emigrar te parte la vida en dos. Hasta tu muerte. Una vez que has emigrado, ya eres inmigrante para siempre, y transmites a tus hijos esta condición. Si uno es hijo de inmigrante, nació con el alma fragmentada.
Para evitar la extraña sensación de una vida dividida, algunos optan por negar su identidad. No quieren que sus hijos sufran lo que ellos han sufrido. Se cambian el nombre, les dan a sus hijos nombres españoles y renuncian a su cultura. Algunos se vuelven más españolistas que los mismos españoles… pero esto, a la larga, les quiebra por dentro. Cuando sus hijos se hacen mayores, y se van de casa, ellos se sienten muy solos. Los padres árabes si no están rodeados por los suyos creen que toda su lucha ha sido inútil. Son ellos quienes les hacen sentir orgullosos delante de los vecinos. En Oriente, las familias se rigen por un principio no escrito: “Yo te he cuidado cuando eras niño. Tú me cuidarás cuando yo sea mayor”. Y aquí, en Occidente, esa premisa cada vez se cumple menos. Al inmigrante mayor le cuesta mucho aceptar eso, que sus hijos ya pertenecen a un código cultural diferente al suyo.
LOCUTOR 1
¿Has padecido esa enfermedad llamada nostalgia?
MUHSIN
La nostalgia araña fuerte al principio y al final del proyecto migratorio. En mis primeros tiempos por Madrid, no paraba de beber té con mis amigos iraquíes. En nuestras reuniones, siempre pintábamos muy bello todo lo de Irak. Recordábamos una cafetería de Bagdad como si fuera lo mejor del mundo. Cuando despertábamos de esa enfermedad que se llama nostalgia, nos dábamos cuenta de que añorábamos cosas horribles. Aquella cafetería tenía unos más que incómodos bancos de madera, pegajosos por todas las bebidas que se habían derramado y nadie se había ocupado de limpiar, y con clavos medio salidos que siempre acababan rompiéndonos los pantalones; te servían el té en vasos muy sucios y, la verdad, aquel té estaba asqueroso. Pero la nostalgia es así: convierte lo malo en bonito. A veces, aún me sorprendo recordando escenas que viví durante los tres años que pasé en el Ejército. Y recreo en mi imaginación, por literaria y hermosa, la figura de dos soldados, bajo un árbol, en medio de un infernal bombardeo, hablando tranquilos sobre sus novias, como si el entorno no importara. ¿No es horrible? Por cierto, he desertado del té y me he pasado al café.
Después de esos primeros tiempos, estás tan ocupado construyendo tu vida en un nuevo país, que no te puedes permitir añorar el pasado. Pero ahí sigue latente y se demuestra justo en el momento en que decides retornar a tu patria. En ese tiempo de transición antes del viaje, al final mismo de tu proyecto migratorio, también te atrapa fuerte la nostalgia. Creo que es un mecanismo para prepararnos por dentro.
LOCUTOR 1
¿Cuál es el marco perfecto para desarrollar tu nostalgia?
MUHSIN
El sentido que más despierta la nostalgia es el oído. Igual que el ciego desarrolla otros sentidos para seguir enlazado al mundo que le rodea, el inmigrante agudiza el oído para seguir enlazado a su otra realidad. La música se convierte entonces en la fuente de todas las nostalgias. De tu madre puedes tener su imagen a través de una fotografía, pero esa imagen en papel no es tu madre. Sin embargo, aquella canción que escuchabas en una casete vieja en tu ciudad es la misma que reproduces en tu casa de Madrid. Los inmigrantes somos mucho más sensibles a aquello que nos llega por el oído. En Irak no me gustaba nada la música tradicional. Aquí, me ocurre justo lo contrario. Cada vez que un amigo se marcha a mi tierra, le pido que me traiga música, mientras más tradicional mejor. Y si son viejas grabaciones de mala calidad y mucho ruido de fondo, las prefiero.
LOCUTOR 1
Según tu opinión... ¿Qué es lo que más hiere el inmigrante?
MUHSIN
Lo que más duele es mirar atrás y ver cómo se van esfumando todos los sueños que deseabas llevar a cabo en tu país, cuando eras un niño. Te recuerdas soñando con hacer cosas grandes en tu barrio, en tu ciudad, para los tuyos. Nietzsche venía a decir que todo lo que el ser humano hace en su vida es tratar de convertir en realidad los sueños del niño. Cuando te das cuenta de que esos sueños se diluyen algo se rompe por dentro. Lo sueles sentir con mucha fuerza si regresas al país que dejaste, porque entonces ves una realidad muy distinta, a la que permanece en tu parcela de recuerdos.
LOCUTOR 1
¿Has vuelto a Irak en alguna ocasión?
MUHSIN
Volví a Irak –después de diez años– y me convertí, durante unos días, en un auténtico perro policía. No quería que nadie me hablara, mientras me dedicaba a husmear los rincones de mi infancia. Exploré lento a los que durante tantos años consideré mis árboles y caminé sereno por la orilla de mi río. Luego, me encontré con mis amigos. Unos y otros habíamos guardado muy dentro el recuerdo de la última vez que nos vimos, pero fuimos descubriendo juntos que nos hemos convertido en otras personas. Comenzamos a eludir temas para evitar roces, aunque eran continuos los comentarios del tipo: “tú has cambiado” o “no eres el de antes, se te ve muy influenciado por Occidente”. Me sonaban a condena y quise hacerles reaccionar. “¿Ah, sí? ¿He cambiado? No me había dado cuenta, pero ojalá mi vida sea tan larga que me vea influido también por la cultura china, la africana… Por todas”. Al final, como acuerdo tácito, sin palabras, nos batimos en retirada para seguir conservando sólo los recuerdos de cuando nuestros sueños parecían el mismo.
Mis sueños siempre estuvieron teñidos de cultura y libertad.
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*Canción iraquí de Sadun Jaber, facilitado por Muhsin Al-Ramli.
**Muhsin Al-Ramli es escritor, poeta y traductor iraquí. Nació en Shirqat, al norte de Irak, en 1967. Vive en Madrid desde 1995. Doctorado en Filología Española por la Universidad Autónoma de Madrid, en 2003, con la tesis Las huellas de la cultura islámica en El Quijote.
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¿Has vuelto a Irak en alguna ocasión?
MUHSIN
Volví a Irak –después de diez años– y me convertí, durante unos días, en un auténtico perro policía. No quería que nadie me hablara, mientras me dedicaba a husmear los rincones de mi infancia. Exploré lento a los que durante tantos años consideré mis árboles y caminé sereno por la orilla de mi río. Luego, me encontré con mis amigos. Unos y otros habíamos guardado muy dentro el recuerdo de la última vez que nos vimos, pero fuimos descubriendo juntos que nos hemos convertido en otras personas. Comenzamos a eludir temas para evitar roces, aunque eran continuos los comentarios del tipo: “tú has cambiado” o “no eres el de antes, se te ve muy influenciado por Occidente”. Me sonaban a condena y quise hacerles reaccionar. “¿Ah, sí? ¿He cambiado? No me había dado cuenta, pero ojalá mi vida sea tan larga que me vea influido también por la cultura china, la africana… Por todas”. Al final, como acuerdo tácito, sin palabras, nos batimos en retirada para seguir conservando sólo los recuerdos de cuando nuestros sueños parecían el mismo.
Mis sueños siempre estuvieron teñidos de cultura y libertad.
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*Canción iraquí de Sadun Jaber, facilitado por Muhsin Al-Ramli.
**Muhsin Al-Ramli es escritor, poeta y traductor iraquí. Nació en Shirqat, al norte de Irak, en 1967. Vive en Madrid desde 1995. Doctorado en Filología Española por la Universidad Autónoma de Madrid, en 2003, con la tesis Las huellas de la cultura islámica en El Quijote.
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***El libro fue editado por la Fundación RAIS y la Obra Social Caja Madrid, 2005.
http://www.fundacionrais.org/Elemento.aspx?id_elemento=29
3 comentarios:
Marión Castillo Martínez dijo...
Intenté escribir un comentario a la entrevista y no se pudo...quería decir la increible capacidad de Muhsin de convertir una entrevista en una obra de arte....está lleno de palabras con sentido y contenido...un placer leerla
Susan Castro Rodríguez dijo...
Palabras del corazón...
Palabras del PARAISO
Palabras...palabras...palabras
que llegan para quedarse.
A veces las fronteras no son eternas. Quizá, algún día, podamos derribarlas para que no existan. Un deseo.
Besos, Muhsin
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