Periodismo en el campo de batalla
Marta Díez Alonso
“¡Boom! El estallido hizo retumbar todo el campamento. El suelo vibró y se oyeron gritos. Saqué la cabeza del saco y vi que todos habían desaparecido, excepto Walker, que como yo, había cometido el error de quitarse los pantalones para dormir, confiando por la paz de aquel oasis. -¡A las trincheras, a las trincheras! ¡Nos atacan!”.
El fragmento, aun cuando su lectura nos recuerde a los libros juveniles de aventuras, pertenece al testimonio de Mercedes Gallego, corresponsal de El Correo para la última guerra de Iraq en 2003. Mercedes trabajó como periodista empotrada en las tropas norteamericanas en los primeros meses de la invasión, que comenzó hace ya siete años y no tiene un fin real previsto. Se utiliza el término de “periodista empotrado” para denominar al profesional que se integra en las filas de uno de los bandos militares durante un conflicto armado. Las tropas le protegen físicamente y le facilitan el acceso a determinada información si acepta someter sus informaciones a la supervisión del bando militar. Los medios de comunicación evitan el uso de este término y aluden a la convivencia del periodista con la unidad del ejército, eludiendo que éste, por lo general, sólo ve, filma y cuenta lo que consiente el ejército en el que se empotra.
Información sujeta a “reglas de campo establecidas”
Otro ejemplo de este tipo de periodismo en la actual guerra de Iraq, es el reportaje de Jon Sistiaga emitido en 2008 por la cadena Cuatro del grupo PRISA. Desde el comienzo de su pieza, el periodista avisa: “voy a ver esta guerra desde el lado del ocupante, del invasor, porque es imposible hacerlo desde el otro lado”. En cambio, otros muchos periodistas han cubierto la guerra desde fuera e incluso él mismo lo hizo en 2003 con su compañero José Couso asesinado por el fuego estadounidense, el mismo que ahora supervisa la información que él ofrece como fiel reflejo de lo ocurrido en Iraq. El periodismo empotrado apenas se había utilizado desde la guerra de Vietnam pero ahora cada vez es más frecuente encontrarlo en las televisiones de todo el mundo como un novedoso y atrevido formato periodístico. En cambio, este tipo de información sesgada obliga al espectador a ver los hechos únicamente desde el punto de vista de los militares que realizan la acción, y convierte a un reportaje en algo más propio de un reality show que de un trabajo periodístico que aspire a un mínimo de objetividad.
Muhsin Al-Ramli es un poeta y periodista iraquí que ha sufrido desde España la ardua tarea de buscar información precisa, útil y objetiva que consiguiera acercarle a una versión veraz de la situación de su país en guerra. Hasta hoy, echa en falta ver representado “lo humano y lo cultural, la mentalidad del iraquí como individuo y como colectivo o pueblo” y para él la figura del periodista empotrado como método periodístico es algo “sucio, inmoral e inaceptable y cualquier periodista que lo acepte ya no puede considerarse como tal. La protección física del periodista es necesaria y tiene que ser obligatoria para todos los bandos pero sin ninguna condición y sin ningún intento de censura, revisión, supervisión o cualquier tipo de manipulación”.
Eterna guerra entre propaganda e información
El lugar desde donde se recibe la información es clave para entender qué nos están contando y por qué. Como indica el periodista Pascual Serrano, narrar la guerra en Iraq a través de la mirada de los militares provoca la humanización del ejército estadounidense y lleva a muchos periodistas a legitimar y justificar la invasión de Iraq. En cualquier caso, quien se dedica a informar es responsable de lo que cuenta así como de los efectos que de ello se derivan.
Al inicio del reportaje para Cuatro, Jon Sistiaga da fe de los inconvenientes de su presencia en la tropa; “ocupas un puesto y no llevas armas, eres un pasajero inútil, alguien que no pelea”. ¿Por qué acepta el Departamento de Defensa de Estados Unidos a un civil que sólo da problemas? Quizá porque, aunque la información que recoge el periodista no tiene ningún valor informativo o periodístico, sí tenga cierto valor económico e ideológico.
Según Javier Couso, hermano del periodista fallecido en Iraq José Couso, el 75% de la información que nos llega de Iraq procede de grandes agencias de información, la mayoría con lazos e intereses coincidentes con los ocupante; el 24% es de periodistas empotrados y sólo el 1% parte de periodistas independientes que debido a los asesinatos y secuestros (todos opacos y sin investigar) se deben limitar a los alrededores de los hoteles donde se alojan.
En consecuencia, resulta evidente la falta de independencia informativa por parte de los medios de comunicación occidentales, pero no menos preocupante es la situación en la que se encuentran algunos medios locales de los países menos desarrollados. Con aproximadamente 82 millones de dólares al año, EEUU es el mayor proveedor de financiación al desarrollo de los medios de comunicación, sin tener en cuenta el dinero que el Pentágono, la CIA o las embajadas estadounidenses ofrecen a los medios de todo el mundo. Sabiendo cuáles son los beneficios que puede aportar el financiamiento de una fuente de información, se entiende que la propaganda norteamericana pueda aparecer camuflada en cualquier parte del mundo. Por ello, y previendo que muchos medios intentarían informarse sobre la guerra de Iraq a través de medios nacionales y locales, el Departamento de Defensa de EEUU se encargó de la gestión de los mismos, según el Instituto Estadounidense para la Paz (USIP).
Para Muhsin Al-Ramli “esta guerra de Iraq ha hecho más daño al periodismo que cualquier otra. Sin duda debido al número de periodistas asesinados desde el 2003, que ya son 247, la mayoría de ellos iraquíes, y 52 cámaras o técnicos en general. 64 periodistas fueron secuestrados y 14 permanecen desaparecidos hasta el momento. Aparte hay que sumar las torturas, malos tratos, humillaciones, prohibiciones y todo tipo de recortes de libertades”. “La prueba fue hace pocos días, el 10 de marzo, los soldados americanos han matado en Bagdad a la periodista iraquí Asil Al-Ubaydy de 28 años y nadie ha dicho nada en ninguna prensa española”.
“Esta tinta derramada en vuestra prensa
es la sangre de mi país.
Esta luz diluviada de vuestras pantallas
es el brillo de los ojos en los niños de Basora.”
Muhsin Al-Ramli