Monodrama
EN BUSCA DE UN CORAZON VIVO
Muhsin Al-Ramli
(En el angosto pasillo de un hospital a cuyos lados hay puertas numeradas, (él) sale de una de ellas, secándose los ojos. El dolor y la tristeza afectan a sus movimientos y gestos, más lentos y pesados, de vez en cuando se apoya contra las paredes del pasillo…
Nervioso, delante de la puerta de la que había salido antes la cual abría, en ocasiones, asomando la cabeza para mirar dentro y volver a salir todavía más triste y dolorido.
Solo, en el largo pasillo…)
- ¿Asistirás a tu cumpleaños dentro de una semana? Tienes que hacerlo. Porque, ¡qué amarga y extraña situación se daría si las velas se apagasen en ausencia del que cumple años! Más bien, ¿qué clase de cumpleaños sería? De hecho no tiene sentido festejar tu cumpleaños sin tu presencia… Tienes que estar, te pondrás bien, te recuperarás y festejarás, festejaremos… pero entonces, ¿qué regalo podría hacerte? ¿Qué regalo puede dar una persona al ser más valioso y querido en su vida? Tengo que encontrar un regalo que iguale el cariño que siento por ti, aunque dudo que lo pueda encontrar… No… no. De que sirve hablar ahora… El tiempo se escapa… se acaba y me acorrala como este estrecho y sofocante pasillo…
¿Cómo?… ¿Quién sería capaz de traerlo en un solo día… más bien, en unas pocas horas? (Mira su reloj.) No queda casi nada de tu día… y no ha pasado nada… no hice nada, no pude traerlo. ¡Oh! Doctor, qué mezquino eres…
Me lo pides en un solo día, cuando las mujeres tardan nueve meses tras atroces dolores en tener un corazón pequeñito del tamaño de un dátil… ¡Y qué corazón pides…! Un corazón vivo… vivo, qué escasos son… (Se dirige hacia la puerta.) Créeme, querido mío… si pudiera quedarme embarazado y pasar los dolores de noventa meses en una sola hora para conseguirte un corazón, no lo dudaría un solo instante. (Reflexiona.) Es verdad… Te ruego Dios mío que nos bendigas con un milagro de este calibre y que no tengas piedad de mí, sean los que fueren sus costes y dolores, o que repartas los años que me quedan a mí entre los dos… De otro modo, ¿cómo puedo obtener un corazón vivo de alguien que acaba de fallecer en un accidente o de ser asesinado?... Y busqué, corrí ayer todo el día y no he vuelto hasta ahora, pregunté en las comisarías y en todos los sitios por alguna persona fallecida en accidente o asesinada en una estúpida pelea por un estúpido dinero, por egoísmo, por celos o por fingir falsas apariencias, o porque le encontraron con una esposa adúltera… o, simplemente, porque pronunció una verdad. ¡Cuántas personas han pagado con su vida por amor a la verdad y a la justicia!
Busqué en los hospitales, en los bancos de huesos, de sangre, de ojos y órganos y en las terribles salas de operaciones y autopsias. Aguardé en las bifurcaciones y los cruces esperando un choque de coches, pregunté a los policías de tráfico, uno por uno. Rebusqué en los periódicos las columnas que hablan de los condenados a muerte y acudí a los penales en busca de ellos. Recurrí a los comerciantes… todo tipo de comerciantes… y no hallé con ellos ni un solo corazón que te convenga. Entonces, mendigué, pedí limosna en las aceras. (Mendiga rogando, y quizás baje del escenario, mezclándose con el público.) ¿Quién me da, quién me vende un corazón a cualquier precio? ¡Por el amor de Dios o por cualquier amor, vosotros que habláis de amor! ¿Quién me puede ayudar y me dona un corazón vivo o, por lo menos, puede decirme dónde puedo encontrarlo? ¿Quién? ¿Es que no hay un solo corazón vivo en este mundo? Quietud… Silencio, salvo el balido de algunos locos que no son dueños de sus corazones para poder regalarlos, y los parecidos a los locos que no tienen nada… que no son libres… Silencio, salvo las ediciones noticiarias, el grito de las vendedoras de queso, cebollas, sonrisas, aire y pasión… y las vendedoras de todo, de cualquier cosa… Silencio… este mundo está sordo, mudo cuando alguien le pide algo… Silencio, salvo el susurro de los hipócritas… Ah… claro… ahora me acuerdo… si, sólo un borracho me respondió. Me crucé con él delante de la puerta de un bar (Lo imita.): “¡Llévame entero! Carne y grasa”. (Se ríe.) No… no dijo eso exactamente, porque el pobre estaba muy flaco. No tenía carne ni grasa, no era más que un saco de piel sudado que contiene algunos huesos. (Lo imita otra vez.): “¡Llévame entero, con mi corazón, mi miseria y mis uñas! Sólo tienes que darme una botella de vino”. Entonces le cogí, le llevé así, abrazándole sobre mi pecho y volé con él hacia ti; volé, volé y en mis brazos empezó a cantar con júbilo:
“Feliz es, el que no tiene nada
Y, aún así, es generoso con los demás
Les regala su corazón
Para regresar al origen sin preocupaciones”.
(Y quizás lo repita.)
Pero su esposa y la policía me acorralaron (Imita a la mujer.): “¿Quién va a hacer la compra? ¿Y quién va a bajar la basura a la calle? ¿Y quién va a…” (Señala su pecho.) Yo… le dije: yo. Pero la policía también rehusó (Imita al policía.)… Nooo y no, está prohibido, porque no nos pertenecemos a nosotros mismos para donar nada, somos propiedad del País, del Estado, del Gobierno.
(Mira su reloj.) El tiempo pasa, se escapa, se acaba siempre y me asfixia como este pasillo. Tus amigos se han olvidado de ti con la excusa de estar ocupados y tus alumnos no emplearon lo que les enseñaste para crear un corazón vivo. Tú les enseñaste que el ser humano es la fruta más grandiosa y más valiosa del mundo, y que cada fruta tiene su jugo y que el jugo del hombre es lo que produce su mente. Les brindaste el jugo de tu mente y de tu vida, lo bebieron y tiraron el vaso. Te tiraron y se fueron diciendo: “Sólo nos preocupa nuestro futuro”. Pues, ¿quién les parará, … concluirá la lección y les dirá: el futuro es creación, la creación es amor y el amor es generosidad? Hasta la mujer que decía que te quería más que a su vida y que daría el alma por ti… ¿Sabes lo que pasó con esa mujer? (Imita la voz femenina con ironía.) “Oh… estoy muy triste por él”. Después la entristecida sonríe y se va a la peluquería. Escúchame entristecida: ¿Sabes realmente lo que es la tristeza? Es dura como la dureza de los sultanes sangrientos. Oh, en ella se marchita el ser como se marchita una planta, lentamente, sus hojas poniéndose amarillas. El pelo se vuelve blanco. Es sequía y amargura abrasadora en la garganta. Se pierde el gusto por todo, se pierde el sabor y todas las comidas se vuelven insípidas como si se estuviera masticando un trozo de tela o como un alumno con la garganta seca intentando tragarse la chuleta de un examen. En mis entrañas siento como si mi corazón fuera una fruta con la parte inferior podrida, ennegrecida y agujereada, hasta el punto de sentir el dolor del desplazamiento de un gusano en él. Oh tú, ¡triste amiga suya! Mi corazón es como una llaga donde me duele todo y con todo; al hablar, oír, oler, tocar o ver. Me duele cuando espero algo, sueño, me angustio… al querer, respirar o recordar o… quizás… o seguro que no sabes que me remuerde la conciencia a la hora de comer y me da una vergüenza tremenda cuando me río. ¿Cómo puedo comer teniendo él hambre? ¿Cómo puedo reír estando él a punto de mor…? (Estaba a punto de decir: morir.) Entonces subo a la azotea de la casa a medianoche y allí, solo, ruego a Dios Todopoderoso, abro mi camisa, mi pecho y levanto la vista al cielo y con mi llanto ruego: Dios mío, Dios mío (Quiere rogar, pero…) Me pregunto cómo rogarte, pues tú eres el que todo lo sabe, además de Todopoderoso… Después, vuelvo a los sueños, sueño con él todas las noches y, cada noche, cien veces.
A veces, le veo desnudo y su cuerpo delicado triado de heridas como un cedazo o crucificado con agujeros en las palmas de sus manos y en los pies. Me sonríe como antes, mientras los feligreses a su alrededor se dirigen hacia la voz del llamamiento a la oración. Y, a veces, deambulo por mercados, barrios, calles y callejones. (Recorre el largo pasillo, parándose delante del resto de las puertas.) Llamo a las puertas, suplicando a los paseantes uno por uno… ¿Le habéis visto? ¿Le ha visto señor? ¿Y usted?... Y vosotros, tenderos vosotros que vendéis hasta el polvo… os ruego, ¿quién de vosotros le ha visto?
Los postes de teléfono a lo largo de las calles desgarran mis ropas, los mismos postes que comunican a dos enamorados, a dos directores generales o a dos ladrones. Los clavos destrozan las suelas de mis zapatos, pero sigo andando descalzo sobre las aceras calientes. Me descubren los escaparates con el pelo y el alma hinchados...
Les beso las manos y suplico… ¿Quién de vosotros le ha visto? Llevadme a él… Alguna vez llego lejos… lejos –cómo éramos- a las colinas en primavera, nos reíamos por una nube o festejábamos la boda de dos mariposas y, de repente, le pierdo… (Mira su reloj.) El tiempo, otra vez… se escapa, se termina y me acorrala como este pasillo asfixiante… Oh… ¿Cómo estará ahora el corazón de mi madre? Mi madre que se ha instalado al lado de la ventana, día y noche… fumando, con los ojos llorosos vigilando la calle… Le ve bajar de todos los coches que pasan, baja… Puede bajar en cualquier momento, pues seguro que bajará porque tiene que volver. Hasta a los vecinos les alegraría traernos la noticia de su vuelta para terminar con nuestro calvario, porque ellos saben que cualquier minuto adicional de tristeza puede acabar con nosotros. Puede que sea ese mismo momento… o el siguiente. Entonces, ¿cuándo se va a curar? ¿Cuándo volverá? (Gritando.) ¿Cuándo? ¿Cuándo?
(Se calla un momento como si estuviera escuchando su infancia y repite con cierta sonrisa)…“¿Hasta cuándo se queda el camello en la colina?” (Baja la voz.) Nota: Esta expresión estaba en el libro de texto de primaria. Nos la han metido en la cabeza por narices cuando éramos pequeños, a base de golpes propinados por los maestros. Los maestros dijeron (Repite la palabra y la pronuncia con ironía.), ¡¡los maeeestrooos!!: “No preguntéis por su significado, aprendedla así, de esta manera, tal y como la imprimieron las imprentas del Ministerio de Cultura y Educación: ‘¿Hasta cuándo se queda el camello en la colina?’”
Después, todas las preguntas que empezaban por “hasta cuándo” se relacionaban en nuestras mentes con aquel camello que se queda para siempre en la colina de su herencia e historia. No comía su hierba y no la abandonaba, ni siquiera espantaba las moscas que voloteaban alrededor de su trasero o, ¿acaso aquellas cosas muertas, inmóviles como las colinas, las costumbres, los tronos y las sillas congelan a los que se sientan encima? En serio, ¿cuándo se moverá aquel camello? (Señala la puerta.) Y, ¿cuándo volverá él? Para que vuelva con él la vida que deseamos… mi madre y yo, los vecinos y la palmera que hemos plantado juntos. (Levanta sus brazos rogando.) Devuélvelo, tú que devuelves el sol y la lluvia… devuélvenoslo, tu que devolviste a José a su padre Jacobo… devuélvelo, tu que despejas el cielo después de la tormenta, despeja los cielos de nuestra vida… Dios…oh… Dios… ¿por qué la vida no tiene piedad de nosotros, cuando le damos toda la atención y la importancia? Él, al que todo le importaba, todo como si fuera el responsable absoluto de este mundo. (Abre la puerta y mira hacia dentro, después empieza a describir con gran ternura.) Su cara se ha vuelto más pálida, amarilla como un trozo de pan caliente, sus delgadas manos sobre su pecho… sobre su corazón, como si estuvieran señalando el lugar del dolor o intentaran arroparlo, o como si quisiera decirle al mundo: Te he dado todo el amor que tenía en este corazón y ahora quiero regalarte el corazón mismo… Seguro que ese es el significado del silencio de sus labios que sonríen con gran consentimiento y profunda satisfacción… Su respiración es tranquila… escasa… como si estuviera ahorrando, dejando el aire para los demás…
Ah… los demás que eran su primera y última preocupación, que no se compadezca de sí mismo pensando en ellos… Cuantas veces le avisé y discutí con él sobre esto, ¿acaso hay alguien que merece verdaderamente todo este sacrificio? ¿Hasta qué punto merece la pena sacrificarse tanto? Los demás, querido mío, son egoístas, crueles… son un mar furioso, oleaje agitado, no les importa quien se ahogue en él, o quien recoja las perlas de sus entrañas o quien intente salvarlo de la contaminación… ¿Por qué has insistido tanto que casi te ahogas en él? Y puesto que la gente es ese mar a quien no le importa quien coge o quien da, ¿por qué no puedes ser de los que sólo cogen? (Se acuerda de su voz y la imita.) “¿Y el mar de la conciencia?”... Ah… el mar de la conciencia a pesar de estar agitado uno puede controlarlo, porque está dentro de uno mismo, nunca pasa los límites del propio ser. (Imita su voz.) ”Sus tormentas son tremendas, hermano, pueden arrancar de raíz todo lo que se les cruza en el camino”... Eso es sólo para ti, porque tú sientes la conciencia, la escuchas… la respetas, mientras los demás ignoran sus gritos… hasta el punto de que ya no se acuerdan de algo llamado así… La miran como si fuera una moda pasada… Además, ¿qué podrías limpiar tú de esta inmensa contaminación que ha dominado sus mares? Esa contaminación que no produce más que contaminación, ese desastre que no genera más que desastre.
¡Cuantas veces has intentado salvar a los demás, y mírate ahora! Estás perdiendo tu vista, tu corazón por su culpa… Tu corazón, y quizás pierdas tu alma con él. (Cierra la puerta.) A ti que te importaba todo, como si fueras el responsable de este mundo. Ahora nadie se preocupa por lo que te está pasando o por tu historia… Las calles siguen igual que siempre… la gente, el vuelo de los aviones, las fechas de los congresos, las fiestas, las canciones… La gente se sigue atascando por las calles, en los edificios que son cajas de cemento, y en las avenidas no pasa nada… ningún cambio… ¿Por qué hoy precisamente no se ha caído ningún edificio defectuoso, no se ha producido ningún accidente de coche a pesar de que los accidentes son un problema diario de nuestro tiempo? ¿Por qué hoy nadie ha matado a nadie, cuando todos los días las comisarías y los hospitales están saturados de asesinados? ¿Por qué hoy no se ha suicidado o colgado nadie? ¿Es que el mundo se ha vuelto perfecto precisamente hoy? Hoy que necesito un corazón para salvar la vida de la persona más querida de mi vida (Silencio… después con voz baja…) Oh…
¡Qué lástima!, me he vuelto como los enterradores que desean que aumente el número de muertos para mejorar su situación económica o comprar una lavadora eléctrica… Espero la muerte de alguien para salvar a quien quiero, sin preocuparme de que los demás también tienen a alguien que les quiere… (Grita.) Pues, ¿qué hago? (A punto de llorar.) ¿Qué hago? El tiempo pasa, se escapa, se acaba y eso significa que la muerte se acerca… cuanto más pasa el tiempo, más cerca está la muerte… y la muerte es el fin... una cavidad, una zanja cerrada a un puñado de oscuridad sin agua, sin aire, sin cielo, sin amigos, sin…, (Sonríe irónicamente, cambiando de expresión.) y sin Internet. (Recupera su seriedad.)… Gusanos que te comen… deterioro de mejillas en un ataúd cerrado bajo tierra. (Se estremece.) La muerte, aquella espada que llegará en algún momento para arrancarnos nuestras vidas… aquel misterio aterrador que nos persigue desde los tiempos de Adán. Hemos hecho todo lo posible para olvidarla o para que ella nos olvide, para comprenderla o destruirla. Hemos edificado la tierra y la hemos adornado, pero no pudimos olvidarla. Hemos atravesado los océanos y los cielos y nos hemos paseado entre los astros como quien se pasea por los mercados, y no pudimos escapar de ella. Hemos llegado a la cima en la ciencia, hemos estudiado al detalle incluso las patas de una hormiga, y no pudimos conocerla. Hemos inventado los más terribles métodos de destrucción, y sólo hemos conseguido destruirnos entre nosotros. (Con miedo.) No… no… Por favor, aléjate Señora Muerte… Sé perfectamente que nunca te rindes a pesar de nuestros ruegos y súplicas aunque pasáramos nuestra vida inventando y creando maneras de ruego para que te alejes; no te rindes, no te pueden alejar ni las lágrimas de las madres. Tu eres la destructora de todos, de los que tienen corazón y de los que no, de los que tienen conciencia y de los que no, ricos y pobres… reyes y prisioneros, y eso es lo único que admiramos en ti… Eres justa, no le temes a nadie aplicando tu sentencia, tu secreto no está al alcance de nadie, ni de los tiranos… Eres la única que no acepta el soborno o el chantaje y a la que no le deslumbra la belleza. No te dan miedo los ejércitos, no te paran los guardias ni tampoco te detienen muros, torres, fortalezas, buques, bancos, alianzas ni reuniones. Porque cuando llega tu hora… (Grita.) No, pero no te quiero ahora, muerte, te temo, no te deseo para nadie. Entonces, ¿cómo voy a aceptarte ahora para él? No… no… no quiero que se muera… no… imposible… Hay que salvarle… no me imagino la vida sin él… Lo que me retiene junto a él, es más fuerte que mi amor por vivir… El amor… él me enseñó todo lo que sé y él me dio mucho más de lo que estoy pensando darle yo ahora… y él… (Se acuerda.) Luego… luego su cumpleaños es dentro de una semana… seguro que estará deseando que llegue… Sí, por supuesto que tengo que hacer algo… algo que pueda hacer yo solo sin la ayuda de los policías, los borrachos, sin esperar ningún accidente o… No hay tiempo para eso, (Mira su reloj.) sólo queda una hora… El tiempo se escapa, queda muy poco tiempo... Tengo que salvarle a toda costa… aunque mi vida se fuera en ello. (Se da cuenta...) Oh… eso, eso es, mi vida… mi alma… mi corazón… Claro, mi corazón, (Contempla.) se me olvida que tengo corazón… Mi afecto por él me tapó la visión y me lo hizo olvidar. Fui a buscar entre la gente un corazón, esperando un accidente de coche o el corazón de un condenado. Oh… ¿Cómo no me di cuenta de eso? No hay mejor corazón para él que el mío… Él se lo merece… ¿No lo ha sacrificado todo por los demás? No sólo soy uno de ellos, sino también el más cercano a él entre todos, pues ¿por qué les pido a ellos que se sacrifiquen en mi lugar? Si no lo hago yo, ¿cuál sería la diferencia entre su amiga de cuya postura me estaba burlando y yo? (Mira su reloj.) Oh ¡Dios!, el tiempo se estrecha siempre, me acorrala y la espada de la muerte se está aproximando con cada minuto que pasa. Ya ha llegado el momento de hacer lo que se dice. (Se señala a si mismo.) Tenemos que ser congruentes con lo que decimos y hacemos, el tiempo no espera, apremia y se acaba. Y aquel que presume de tener un corazón vivo tiene que demostrarlo. La incertidumbre, la indecisión y las dudas nos hacen perder mucho. Y lo que nos extraña en nuestras vidas es la diferencia que existe entre lo que decimos y lo que hacemos… Tenemos entonces que actuar… esto lo sabemos muy bien, al igual que sabemos que no hay escapatoria del sacrificio ante y por el amor… Sí, odio la muerte, pero no puedo quedarme impasible, no estaría amando de verdad si no hago nada… el tiempo se estrecha, se agota… (Se quita el reloj, lo tira al suelo y lo pisa fuertemente con el pie hasta que lo rompe a trozos.)… No hay mejor corazón para él que el mío… Además… además mi madre podrá abrazarnos a los dos cuando él vuelva. (Con ternura.) Oh, Dios… cuando ella le abrace será como si nos abrazara a los dos, su cuerpo y mi corazón, mi corazón en su cuerpo, seguirá mi corazón latiendo en su pecho para que él pueda seguir con su vida y hacer lo que quería hacer…
(Busca en sus bolsillos y saca un bolígrafo y un papel, empieza a escribir leyendo lo escrito en voz alta.) “Regalo mi humilde corazón a mi hermano por su cumpleaños esperando su pronta recuperación y la continuidad de su lucha”. (Pega la hoja sobre su pecho en el lado izquierdo, justo encima del corazón y empieza a cantar.)
Feliz es, el que no tiene nada
Y, aún así, es generoso con los demás
Les regala su corazón
Para regresar al origen sin preocupaciones.
(Llama.) Doctor… eh, Doctor. Deprisa, ya he encontrado lo que me has pedido. Doctor… Doctor…
(Y cuando escucha los pasos apresurados del médico al final del pasillo se suicida antes de que nadie pueda impedírselo.)
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*Esta obra ha sido interpretada y representada en varias ocasiones, entre ellas: en el
- Festival del Norte en Irbid, Jordania, en 1993, bajo la dirección de Ahmed Al-Jalabna
- IV Festival de Filadelfia de Teatro Universitario en Amman, Jordania, en 2004, bajo la dirección de Malek Al-Smadi
- III Festival de Teatro Alternativo de Kuwait en 2005, bajo la dirección de Abdulaziz Safar (ganando cuatro premios)
- II Festival de Omán, Sultanado de Omán, en 2006, por La Compaña Nacional de Teatro Moderno (obra de inauguración)
- XVIII Festival Internacional de Teatro Experimental de El Cairo, Egipto 2006, bajo la dirección de Mustafa Al-Alawy
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*Ha sido publicada en la revista (ADE-teatro), Nº115 Abril/Junio 2007 Madrid.